A Domingo Faustino Sarmiento le debemos el impulso a la educación y al progreso científico. También le debemos a él la introducción del malbec en la Argentina. Fue gracias a él y a su amistad con Michel Pouget, que la cepa que hoy le hace un lugar al vino argentino en el mundo, tiene su día internacional, el 17 de abril.
El 17 de abril, pero de 1853, ingresó la primera cepa de malbec a la Argentina, traida por Pouget, a quien Sarmiento le encomendó la dirección de la Quinta Normal, en la ciudad de Mendoza donde en aquella época ya se fomentaba el estudio de los cultivos que podían desarrollarse en esa zona del país.
El día mundial del malbec se institutó en 2011, un par de años antes de que el vino argentino fuera nombrado como bebida nacional, de acuerdo a la ley 26.870 sancionada en 2013. La decisión de instaurar un día de esta cepa emblema fue de Wines of Argentina, la entidad a cargo de promover al vino argentino en el mundo.
El énfasis en el malbec no es un capricho. Ya es bien conocida la historia de que el esta uva encontró en la Argentina el mejor lugar para desarrollarse en el mundo. Conocida como cot en Francia, de donde es originaria, una plaga de filoxera que afectó a las zonas vitivinícolas de ese país y de España al final del siglo XIX dejó diezmada a esa variedad. Fue una de las cepas que Pouget introdujo en el país por encargo de Sarmiento.
Pasarían muchos muchos años hasta que la industria vitivinícola argentina reconociera a sus vinos por su denominación varietal. Hasta hace unas pocas décadas, el vino que se consumía en la Argentina era vino fino tinto, o vino fino blanco, o tenía denominaciones que referían a zonas de Francia. Las leyes de denominación de origen de la década del ’80 obligaron a dejar de usar nombres como borgoña o chablis, y la industria tuvo que comenzar a llamar a sus vinos por su nombre, su verdadero nombre.
Esa situación, combinada con la introducción de tecnología en los ’90, permitió una gran reconversión en la industria. Surgieron los varietales y, en el marco de otro proceso global que daba origen a los vinos del Nuevo Mundo, el malbec comenzó a imponerse por tratarse de una variedad original que supo conquistar, de a poco, los mejores paladares del mundo.
El 75% de la producción mundial de malbec se concentra en la Argentina, particularmente en Mendoza, donde se reinventó. Pero se trata de una cepa tan argentina que se da muy bien en todas las provincias vitivinícolas que se encuentran en el oeste del país, y en cada una de ellas adquiere características propias que dan lugar siempre a ricos vinos. La excepción, hasta ahora, ocurre en Buenos Aires donde si bien ya hay bodegas bien establecidas no hay todavía un caso que dé cuenta de la evolución del malbec en una geografía de mayor influencia oceánica.
Celebrar al malbec en el mundo es una forma de seguir abriendo puertas para la vitivinicultura argentina. Y es también la manera de generar más oportunidades para promover una cultura social que, en el caso del vino, refleja mejor que nadie el fruto de la tierra y del trabajo del hombre.