Un post caprichoso: Raffaella Carrá, las telecomunicaciones y la comunicación

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Murió Raffaella Carrá. Su partida nos trajo a los que vivimos parte de nuestra infancia en los ´70 los recuerdos de la alegría de cantar y bailar sus canciones. 03 03 456 nananá nanananá, sonaba a todo volumen en el tocadiscos de la casa de mis viejos. Mis vecinas y yo bailábamos y cantábamos con toda la fuerza de la niñez. El “explota explota me expló” nos sacaba el corazón del cuerpo. La fantástica fantástica fiesta obligaba a abrir las puertas y las ventanas para contagiar esa alegría a quienes pasaran por la vereda.

En los intercambios de mensajes de este lunes, cuando supimos que murió Raffaella, sucedieron dos cosas, una simpática, otra más compleja. La simpática fue que nos recordó que allá por los ´70 y los ´80 sólo había teléfono fijo. A las personas se las podía encontrar sólo cuando estaban en su casa. “El teléfono dice que tú no estás”, frasea una parte de la canción. “Al teléfono espero que llames tú”, avanza en la siguiente. ¿Por qué Raffaella no hizo una una versión aggiornada de ese tema? me pregunto. Y la imagino con una letra todavía más pícara y seductora.

Y acá es donde viene el segundo recuerdo, más complejo. El de la censura de sus canciones en los ´70 en la Argentina. Sobre la que me di cuenta recién ahora cuando, en los intercambios alguien recuerda: “Para hacer bien el amor hay que venir al sur”. Y un ruido en mi cabeza. No, no era así. Era “Para enamorarse bien hay que venir al sur”. Ante la duda, me puse a buscar y encontré la verdadera historia de esta letra, censurada por la dictadura de aquel entonces. Hubo que hacer una adaptación de la letra acorde a los “buenos modales” de esa época. Nada de hacer el amor, nada de amantes, nada de “buscate a otro más bueno y vuelvete a enamorar”, nada de libertad sexual en una canción cantada por una mujer dedicada a todas las mujeres del mundo.

Y ahí me di cuenta todo lo que Raffaella, con su arte, nos enseñó en materia de comunicación y telecomunicación. Que el teléfono siempre fue un dispositivo de encuentro entre dos que se buscan, se encuentran, se aman, se desean. Y que, más allá de cómo evolucionaron las telecomunicaciones, ese rol lo sigue teniendo. Aggiornado. Pero lo sigue teniendo.

También nos enseñó el peso, la fuerza y la magia de la comunicación corporal. Más allá de la censura, siempre repudiable, era tan potente la sensualidad que transmitía con su ombligo o su espalda al aire que, por más cambio de letra, a las mujeres adultas de aquella época el mensaje les llegó. Y también le llegó a los hombres que, más allá de que no podían dejar de mirarla bailar con sus pantalones rojos brillantes, sabían bien hacia dónde iba. Porque Raffaella era magnética y, más allá de la letra, decía todo con el lenguaje de su cuerpo. Hasta las coreografías de los bailarines complementaban la claridad del mensaje. Su quiebre de nuca, único, nos hacía ver que la posición estaba tomada. El corazón explotó. ¡Y cómo que no! Eso es comunicación.

Quienes cantamos a Raffaella en los ´70 lo hicimos con algunas letras cambiadas. Quienes se anoticiaron de ella en los ´80, ya con la democracia apropiada, seguramente conocieron las letras originales. Más allá de la letra, una generación y otra supimos reconocer en esta artista a una mujer que nos invitaba a la alegría y a la libertad, a la alegría de la libertad. Aún con un teléfono fijo. Y tal vez esa haya sido la nostalgia que sentimos este lunes cuando supimos que murió. Por supuesto que no se nos fue ni un cachito de nuestra infancia bailada con ella. Al contrario: en la contrastación de las letras nos volvió a mostrar algo, nos lo recordó.

Su partida sí provocó esa cosita de saber que ya no está más en este mundo, el mundo en el que nos entregó su arte y que, más allá de la censura, nos llegó por su maravilloso poder de comunicación. Ese que pregonaba «me han dicho que es peligroso decir siempre la verdad».

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Soy licenciada en Comunicación Social, egresada de la Universidad Nacional de Cuyo. Estoy especializada en telecomunicaciones, tecnología y economía digital. Mis conocimientos sobre la industria vitivinícola vienen por defecto. En la secundaria me hacía machetes en Braille.